viernes, 30 de octubre de 2009

COMO SIEMPRE, TODO PARA EL FINAL (2ª PARTE)

(CONTINÚA DESDE LA 1ª PARTE)

...No pude evitar que se acelerasen mis pulsaciones cuando el teléfono comenzó a sonar. Respiré profundo antes de descolgar y, cuando lo hice, susurré un sugerente y tierno:

-¡Holaaa!
- Hola
- ¿Qué tal?
- Nada, aquí en la recepción, tomandome algo.
- Aha. Yo estoy ya en la habitación.
- Entonces esa chica que acaba de salir, era tu cita ¿no?

Me entro cierta vergüenza y tardé varios segundos en contestar...

- Mmm, sí.
- Tenía buena pinta.
- Osea ¿qué la has visto bien?
- Pues sí, me he fijado bien en ella.

Se acababa de desmontar la posibilidad de contarle una coartada del tipo "no ha pasado nada" o "solo hemos cenado y tomado una copa". A pesar de que no le debía ninguna explicación, no pude evitar sentirme un pelín mal con el asunto, pero casi sin tiempo para pensar me dijo:

- Oye ¿por qué no te bajas a tomar algo?
- Sí, dame un minuto que me vista...

Según terminé esa frase, me volví a dar cuenta que había metido la pata y pense: "¡Joder!" ¿Como puedo ser tan tonto? Ahora sí que le acabo de confirmar que me he acostado con ella". Por algún motivo que desconozco, no podía evitar ser de lo más natural con Lara, como si fuera mi amiga desde hace tiempo.

El minuto, en realidad fueron cinco. Bajé a la recepción y Lara estaba sentada con el recepcionista de noche. Un hombre de unos sesenta años, simpático el tío y un auténtico alcahuete, que sabía y cotilleaba todos lo movimientos de cada huesped del hotel. De cachondeo le llamábamos "Gila", porque se parecía bastante al de los chistes.

Cuando me senté estaba un poco rojo de la vergüenza que me daba el que me hubiera pillado tan "in fraganti". Encima, según me sente, ambos me recibieron con una amplia sonrisa pícara y un: "¿qué tal machote?; lo qué aumento varios grados la tonalidad enrojecida de mis mejillas. Aún así, no pude contener que se me escapará una sonrisa y un resoplido que, una vez descubierto, solo confirmaba que efectivamente me lo había pasado muy bien.

"Gila" me dijo "¿qué tomas?". Le pedí una copa de ron y enseguida se puso a servírmela. La verdad es que en ese hotel éramos como una pequeña familia. Los guiris iban y venían cada semana, pero había unos cuantos huéspedes que llevábamos allí un tiempo y nos conocíamos más o menos bien.

Ya con mi copa en la mano, charlamos los tres animadamente durante un rato y cual fué mi sorpresa cuando, aún estando acompañados, Lara seguía tirándome insinuaciones. El momento crucial fué cuando "Gila", dándose cuenta de la situación, miró el reloj y dijo: "oye, ¿por qué no os subís a la piscina de la azotea? Yo os dejo las llaves. Además, eché el cloro a la nueve y media, cuando se cerró, así es que os podéis dar un baño sin problemas, que ya no es peligroso". La verdad es que, en ese momento, le habría hecho un monumento a ese hombre. ¡Qué tio más grande! Notó que yo, a pesar de los trastos que me estaba tirando Lara, no reaccionaba porque aún estaba colapsado con la pillada que me habían hecho, y él concretamente más que nadie, que me había visto subir con Elena tres horas antes. Como se suele decir, más sabe el diablo por viejo que...


Lara se levantó de la silla como un resorte y me cogió de la mano mientras me decía: "!Vaaamos!". No me lo podía creer. Ella estaba totalmente dispuesta a pillarme y no le importarba nada de lo que había ocurrido antes. "Gila" nos dió la llaves de la azotea y cogimos el ascensor entre risas. Ya en la piscina, a oscuras y con una espectacular vista de la zona, empezamos a desnudarnos para darnos un chapuzón. Ella se desvistió con total naturalidad y pronto se quedó en tanga, dejándome ver sus bonitos y firmes pechos que, aunque ya los había visto fugazmente, en este contexto, me excitaban mucho más. Me acababa de quitar el pantalón y, en ese momento, nos miramos fijamente y nos quedamos totalmente en silencio. Avanzamos lentamente el par de pasos que nos separaban y, sin dejar de clavarnos las miradas, nuestros labios se juntaron a cámara lenta, como intentando alargar lo máximo posible ese momento.

Después de que nuestras bocas se tocaran, comenzamos a unir el resto de nuestros cuerpos. Así, sus pezones se acercaron a mi pecho, sus caderas se atraían irremediablemente con las mías, sus piernas rozaban y acariciaban mis muslos. Nuestras pieles estaban erizadas por el deseo y por la ligera brisa marina de la noche. Pronto lleve mis manos a su cintura y la apreté contra mí. En ese momento nuestros sexos se restregaron por debajo de la ropa interior llena de humedad. Lleve las yemas de mis dedos por detrás de sus brazos, rozándolos suavemente y tras unas cuantas subidas y bajadas, los dirigí a su exuberante culo. La agarré fuerte y dejé de besarla para clavarle mi mirada y apretarla fuertemente contra mi, mientras que mis labios le decían: "te deseo...". Ella soltó un sonoro gemido mientras se separaba de mi. Comenzó a sobar mi erección por encima de los boxer y me dijo: "uffff, como me gusta lo que tienes aquí...". Esa mirada de vicio, esa mano recreándose en mi polla y esas palabras hicieron que la respiración se me acelerase.

Nos sentamos a horcajadas en una de las tumbonas y de esta manera comenzamos a meternos mano. Yo no tuve más que utilizar un par de dedos para apartar el minúsculo tanga y dejar su rosadito y mojado coño expuesto al aire. Lara metio su mano a traves del elástico de mis calzoncillos y acaparó todo lo que había debajo. Después me dijo: "vamos, quitate esto, que la quiero ver...". Me puse de pie y me los quité muy despacio, para aumentar su expetación. Enseguida comprobé como las pupilas de Lara se dilataban y sus labios soltaban más saliba, que la muy cachonda secó lamiéndoselos.

Mi erección se presentaba a pocos centimetros de su cara y su impulso fúe ir a agarrarla con las dos manos. Yo, retrocedí un paso y le dije:

- ¡Ehhh! ¿Qué pasa? ¿La quieres ya?
- Mmm...¡sí!
- ¿Donde?
- La quiero dentro de mi boca. Voy a comertela entera cabrón.
- ¿Ah, sí? ¿Y tú crees qué me lo merezco?

Lara me miró y haciendo una mueca me contestó:

- No lo sé. Has sido muy malo, pero ahora voy a serlo yo, te voy a hacer sufrir.

El tono en lo dijo y la mirada que puso causaron en mi un fuerte escalofrio que bajó desde mi nuca hasta mis tobillos. La descarga de adrenalina fué tremenda y no pude hacer otra cosa que quedarme paralizado. Ella gateo por encima de la tumbona y, cuando estaba pegada a mi, me propino un mordisco en la ingle que me hizo saltar. Luego, sin utilizar las manos empezó a darme chupetazos por el pubis, las ingles y bajo hasta mis huevos. Siguió jugando con su lengua subiéndola por el torso de mi polla y cuando llegó al final, con un movimiento rápido, se la metió en la boca, arrancándome un profundo gemido de placer. Movía su cabeza lentamente haciéndo que sonaran exageradamente sus lametazos, como si la saliba se le escapara por la comisura de sus carnosos labios, y eso elevaba enormemente el placer que me hacía sentir. De vez en cuando, se la sacaba por completo, dejándome ver como los fluidos de su boca brillaban a lo largo de mi piel, para después, mirarme fijamente y soltarme un: "¿te gusta?". Yo apenas podía abrir la boca para contestarle con un silbante y debil: "ssssiiii". Cuando le contestaba, de repente se la volvía a meter con una rápida y fuerte embestida que hacía que todos mis músculos se tensaran con un respingo.


Cuando dió por satisfecha su hambre, hizo que me sentara en la tumbona y abriendo sus piernas, se sentó en cuclillas encima mía. Su coño, tremendamente mojado y dilatado se ofrecía a pocos centimetros de mi polla. Así, se fué juntando y cuando el roce de nuestros sexos era evidente me dijo:

- Ahora me la metería, pero como has sido tan malo, solo me voy a restregar.

Mi cabeza apenas podía reaccionar porque aún no me había recuperado del "shock" que me había provocado su deliciosa boquita. Me limité a mirarla con ojos de cordero degollado y a asentir con la cabeza. Ella, agarró mi verga y la metió a lo largo de los hinchados labios de su coño. Pronto, sus abundantes fluidos se fundieron con los que ya mojaban mi polla. Entre besos, caricias y lametazos mutuos, nos dedicamos por un buen rato a rozarnos con fuerza y a explorar cada centímetro de nuestras pieles.

Lo que, cuando subimos a la azotea, era una inofensiva brisa, se había convertido en un vendaval que nos hacía sentir un poco incómodos. Conscientes de que estábamos en medio de la corriente de aire que se introducía en tierra desde alta mar, notábamos como nuestras pieles absorbían toda la humeda que aquel viento transportaba. Paramos unos segundos y Lara me pregunto:

- ¿Nos vamos a la habitación?
- Sí, más bien, que nos vamos a quedar tiesos aquí.
- Bueno, no creo que tú puedas ponerte más tieso de lo que estás.
- Jejeje.
- Anda, vamos...

Nos pusimos la ropa rápidamente por encima y así, a medio vestir, salimos de la azotea. El breve viaje del ascensor sirvió para que yo recuperase minimamente la compostura y aproveché aquel inesperado aporte de sangre a mi cerebro para espabilarme un poco. Hasta ese momento y, a pesar de que en determinados momentos intenté tomar la iniciativa, creo que estaba siendo un tanto sobrepasado por la situación. Entramos en mi habitación, que era la que estaba más cerca. La cama se encontraba aún húmeda de lo que había acontecido en ella unas horas atrás. Desnudé rapidamente a Lara, la besé apasionadamente y la tomé en mis brazos, posándola suavemente en la esquina de la cama. Una vez sentada, abrió sus piernas ofreciéndome su apetitoso sexo.

Aquellas cuatro paredes, se habían convertido en un lugar tórrido, que rezumaba sexo y deseo por los cuatro costado. Estábamos sumergidos en una sutil oscuridad tamizada por la luz de la farola de la esquina. La ventana abierta nos hacía escuchar los murmullos de las personas que iban y venían por la calle principal. Los coches pasaban de tanto en tanto y cuando lo hacía alguna moto, rompía bruscamente el débil rumor general de sonidos que flotaba en el ambiente.

Ahora estaba dispuesto a que la tortilla diese la vuelta. Bajé mi cabeza por el vientre de Lara, sacando la lengua a pasear por los poros de su piel que, debido al cambio de temperatura, comenzaban a sudar. Fuí hacia sus muslos y cuando los repasé cuidadosamente, subí por interior de uno de ellos. Así llegué a la altura de su clítoris, pero decidí comenzar a lamer sus labios, subiendo y bajando por los laterales. Lara gemía y resoplaba moviendo sus caderas de forma inverosímil. Al final hundí mi cabeza entre sus piernas y ella se enroscó sobre mi con sus muslos. Metía mi lengua en su agujero, para luego sacarla y dedicarme a su clítoris describiendo círculos a su alrededor. Lara, entre sollozo y sollozo me decía:

- ¡Así, así! No pares, comemé, comemé bien.

Acabó totalmente tumbada en las sabanas retorciéndose desde la cabeza a los pies y, después de afanarme en devorarla toda, sus movimientos se convirtieron en inmovilidad, clavando sus uñas en el colchón gritaba:

- ¡Ahhh! Ya me tienes, ya me tienes, ya....

Se corrió durante un buen rato con unos sonoros gritos que conferían más torridez a la escena y, cada vez que su culo se movía hacia arriba, mi cabeza se apretaba con fuerza contra su coño, relamiendo toda la humedad que salía de sus labios. Cuando por fin paró, subí por su pubis, su caderas, su ombligo y poco a poco llegué a sus pechos, chupándole los pezones como si intentara quedarme con ellos.

Lara calmó su respiración y cogiéndola por las manos hice que se pusiera de pie. La llevé a la ventana y dándole la vuelta le dije que se apoyara en el marco. Así, amparados por la oscuridad de la habitación, con su cabeza asomándo al viento, agarré sus caderas y le dije:

- Ahora de la voy a meter toda.

Ella giro su cabeza y contestó:

- Si, hazlo, hazlo ya.

Agarré mi polla y la dirigí a su coño, que asomaba apretado entre sus piernas y dejándome ver su delicioso culo en pompa. Restregue mi nabo por los labios de su sexo y, cuando la punta se lubricó lo suficiente, entre en ella hasta el fondo. Los dos gemimos a la vez y Lara volvió a girar su cabeza para clavarme la mirada, mientras jugaba con la punta de sus dedos y su lengua. Mis huevos llegaban a tocar los abiertos labios de su coño, empapándose de su humedad. La embestía despacio pero con fuerza y profundidad, así cuando tardaba un par de segundos en volver a metérsela hasta el fondo, era ella misma la que movía su culo y hacía que mi polla se hundiese del todo. Le acariciaba la espalda y, de vez en cuando, le agarraba los pechos y jugaba con sus pezones. Rendidos por completo el uno al otro, coloqué mis manos en su cintura y aumenté el ritmo de mis embestidas. Ambos jadeábamos cada vez con más fuerza y pronto estallé del todo y empezó a brotar la leche de mis huevos con evidentes latidos de mi polla y movimientos inconexos de mis caderas. Lara al notar estos latidos soltó varios agudos gemidos que, enseguida, se convirtieron en graves suspiros. Soltamos todo el deseo y todo el placer que levábamos dentro corriéndonos al unísono y nos quedamos exhaustos abrazados en la cama mientras nos mirábamos fijamente. Lara rompió el silencio y dijo:

- Anda, seguro que no olvidas facilmente esta noche.
- Pues no, no creo que la olvide.
- ¡Ya quisieran muchos que les pasase esto!
- Jejeje (respondí yo con cierto nerviosismo).- No hables de eso ahora, por favor.
- Si no pasa nada.
- Ya, pero aún me avergüenzo.
- Si, ya...y yo que me lo creo...

Tras un rato de conversación, los dos caimos irremediablemente dormidos. A las 7 de la mañana sonó el despertador. Yo un poco agobiado, me duché a toda prisa y, cuando estuve preparado, Lara me ayudó a bajar y a cargar mi equipaje en el coche. Nos depedimos con un largo beso y ella me dijo el clásico:

- Que tengas buen viaje y ten cuidadito.
- Gracias, sí, lo tendré.

Ya en el barco, roto por la falta de sueño, me senté en una butaca a ver la pelí que ponían en el salón. Mientras William Wallace hacía de las suyas frente a los invasores ingleses, yo repasaba mentalmente mi estancia en la isla y sobre todo mis últimas horas allí. A pesar del cansancio, creo que mi cara reflejaba un aire de complaciencia aquel día. Dándole vueltas al asunto pense, estas cosas pasan, como siempre, al final.

Con Elena hablé unas pocas veces a lo largo de los siguientes meses. Aunque regresé más veces por la isla, nunca volví a verla y lo último que supe de ella era que estaba a punto de casarse, ¡siii!, con aquel novio que tenía.

Ni de lejos fué aquel mi mejor encuentro sexual con Lara. Tuvimos muchas más ocasiones para disfrutar el uno del otro, pero como ella bien dijo, esa noche no se me olvidará.

3 comentarios:

  1. Guauuu!!!!

    Esperaba una segunda parte muy excitante, llena de morbo y sexo, pero has superado mis expectativas con creces.

    La complicidad del recepcionista ha sido todo un detalle y un puntito de humor para el relato.

    Genial, como siempre.

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  2. Te gustan las experiencia extremas, calientes, me parece que eres un delicioso gozador.
    Tus relatos son tremendamente excitantes.

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  3. Me encanta lo que escribes y cómo lo describes... Con cada relato tuyo que leo me pongo perfectamente en la piel de cada personaje... y joder, ¡cómo excita!

    ¿Y sabes qué excita más? Leerlo desde un narrador masculino... ¡Me enloquece!

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