martes, 13 de julio de 2010

EL MOMENTO

Las seis de la tarde; un escueto mensaje en el móvil:


- ¡Hola! ¿Me podrías dar un masaje hoy?

Me apresuré a contestar:

- ¡Sí, claro! ¿A qué hora te viene bien?

Llevaba varios días sin verla y, aunque parecía lo mejor para los dos, ciertamente la echaba de menos. Tardó como una hora en contestar:

- A eso de las 22:30 ¿Te viene bien?

La verdad es que a esa hora me daba muchísima pereza. El día había sido durillo y estaba tirado en el sofá intentando descansar; aun así, le conteste con un tácito:

- “Ok”, te espero.

A eso de las ocho comencé a ponerme las pilas. Recuperé la postura vertical, me fui a la ducha, cené algo y me puse a prepararlo todo… encender la chimenea, sacar la camilla de masajes, poner algo de incienso a quemar y dejar un CD de música relajante en el equipo de música. Volví a sentarme mientras miraba el reloj con cierta impaciencia e intentaba no amuermarme más de lo que ya lo estaba.

Al fin, cinco minutos antes de la hora que me dijo sonó el telefonillo:

- ¡Hola!

- Soy yo.

- ¡Sube!

Le abrí la puerta y, después de saludarnos con dos besos, le pregunté inmediatamente:

- ¿De verdad que necesitas el masaje?

Ella sonrió y me contestó:

- No, solo era una excusa para verte, jejeje.

Apenas pude reaccionar en ese momento a lo que me acababa de decir, pero un pequeño escalofrío recorrió mi interior.

- Bueno, ahora, mientras te quitas la ropa, yo me voy a preparar, tápate con esta toalla que enseguida vuelvo.

Cuando regresé al salón ella estaba tendida encima de la camilla tapada tal y como le había dicho. No dejaba de despertar dentro de mí un sentimiento de ternura con su expresión y su sonrisa cálida, pero yo me intenté comportar de la forma más profesional, como si fuera una desconocida y tuviera como una de las mayores prioridades el preservar su intimidad. Así no apuré con mis manos el final de sus piernas y cuando tuvo que darse la vuelta me esmeré en no ver sus pechos y dejar bien tapado su estupendo trasero.

Cuando seguí trabajándole la espalda mantuvimos alguna breve conversación sin trascendencia ninguna para no romper el estado de relajación que debía de crear en esos momentos. La luz era tenue, la música “chill-out” sonaba a volumen más bien bajo y la chimenea ardía lentamente mientras crepitaba dando un tono cálido a la estancia llenándola de sombras misteriosas.

Pasada una hora, en la que me quise emplearme a fondo para hacerlo más o menos bien, la tapé por completo y acerque mis labios a su cara para susurrarle apagadamente:

- Espero que te haya gustado. Ahora, relájate un par de minutos y cuando te quieras levantar, hazlo despacio ¿vale?.

Ella apenas acertó a asentir levemente con la cabeza mientras se le entrecerraban los ojos, lo cual me indicó que el masaje había sido de su gusto y le había relajado.

Con paso fatigoso, me dirigí a la cocina para beberme un par de vasos de agua y así recuperarme un poco del esfuerzo. A continuación y casi automáticamente mis huesos fueron buscando la comodidad del sillón y me senté para recobrar el resuello y cual fue mi sorpresa cuando levanté la mirada y la clavé en sus ojos que me observaban fijamente desprendiendo un brillo como no había visto antes. Aquella expresión me hipnotizó y otra vez algo recorrió mis entrañas. Estaba realmente espectacular tumbada en la camilla boca abajo y arropada tan solo por la toalla que se resbalaba por su hombro derecho dejando de nuevo su espalda al aire.

Nos mantuvimos así un par de minutos mientras intercambiábamos una conversación llena de insinuaciones que acabó cuando ella acercó su mano a la cara y me ordenó con su dedo que me acercara. Me levanté medio flotando y muy lentamente sin apartar mis ojos de los suyos busque sus labios.

Nos fundimos en un largo y apasionado beso. Las caricias eran suaves pero llenas de deseo. La excitación crecía por momentos y mis manos volvían a buscar su cuerpo, pero esta vez con otras intenciones. Paramos un momento y me quité la camiseta mientras ella aprovechaba para llevar sus manos a mí culo y apretarlo fuertemente. Luego sujetó la cintura de mi pantalón y poco a poco lo fue bajando hasta la altura de mis muslos. Mi erección era evidente bajo los boxers y no tardó en acariciarme, lo que subió mis pulsaciones y entrecortó mi respiración.

Se incorporó ligeramente sobre sus codos y sacó mi polla de ahí dentro. Estaba mojadísimo, y después de agarrármela con las dos manos y dedicarme unas cuantas caricias se la acercó al rostro para empezar a pasarme la lengua de arriba abajo. Yo solté un profundo sollozo y arqueé el cuerpo y la cabeza hacia atrás sintiendo como me devoraba y como su saliva sustituía mis flujos corporales. Cuando dejó de chuparme, creía que la polla me iba a explotar. Ella sin dejar de tocarla, se la sacó de la boca y continúo pasándole la lengua mientras me miraba fijamente con expresión de vicio total.

Rodeé la camilla y le quite la toalla de encima. Ahora su cuerpo se mostraba ante mí con todo su esplendor. Sus largas piernas, su bonita espalda y sobre todo, su apetitoso y espectacular culo que tanto me gusta estaban a mi entera disposición. Aproveche lo que quedaba de aceite del masaje y acaricié todos los rincones de su piel. Ella, sin perder la postura boca abajo, se retorcía de deseo y gemía cada vez más fuerte. Al fin hice que se diera la vuelta, enganché el tanga y se lo quité de forma brusca. Miré fijamente su hinchado y húmedo sexo que en ese momento deseaba con todo mí ser, y sujeté sus rodillas para abrirle las piernas llevando mi cabeza a sus ingles, donde empecé a pasar la punta de mi lengua. Subí la mirada y pude comprobar el gesto de placer que se dibujaba en su rostro y entonces hundí mi boca en su coño. Ella dio un respingo de gusto y enseguida agarró mi cabeza para apretarla más contra su cadera. Yo aceleré el ritmo de mis lametazos y me deleité saboreando sus flujos que se mezclaban deliciosos en mi boca y chorreaban por mis labios.

Cuando creí que ya había tenido lo suyo, subí rápidamente a besarla y, justo cuando llegué a su altura, agarré sus muslos y la penetré con un fuerte y seco golpe de mi cadera. En ese momento ambos soltamos un profundo gemido que nos hizo dejar de besarnos por unos momentos pero, enseguida volvimos a juntar nuestros labios, esta vez con más fuerza. Después de unas cuantas embestidas ella no tardó en correrse moviendo compulsivamente todo su cuerpo. Toda la excitación, todos los preliminares, el largo masaje anterior, todo se desató en unos increíbles momentos de climax. Cuando decayeron los movimientos, dosifiqué el ritmo y la intensidad de mis embestidas y todo se calmo por un corto espacio de tiempo.

Empezamos a besarnos de nuevo con pasión y nuestras caderas despertaron de su corto letargo. Ahora era ella la que tomaba la iniciativa y sin sacarse mi polla de dentro se subió a horcajadas encima mío, dejando sus piernas colgando por los lados de la camillas. Llevo sus manos a mí pecho y apoyándose fuertemente sobre el comenzó a moverse arriba y abajo metiéndose y sacándose mi verga. De vez en cuando, cuando la tenía metida del todo, describía círculos con su culo lo que provocaba en mí una excitación aún mayor si cabe. Me incorporé para poder alcanzar sus firmes tetas y comencé a succionar sus pezones, lo que parecía gustarle, así que los mezclé pequeños mordiscos y generosos lametazos con mi lengua.

Sentía que no podía aguantar más y decidí volcarla de nuevo sobre la camilla, al tiempo que hice que abriera más sus piernas. El ritmo de nuestros movimientos se fue acelerando gradualmente y entre retorcimientos, caricias y besos llenos de deseo alcanzamos un ritmo frenético de encontronazos de nuestras pelvis. Su coño no dejaba de secretar humedad y calor y mi polla estaba bien dura y dispuesta para explotar. En esta situación no tardamos en alcanzar el éxtasis corriéndonos a la vez de una forma brutal mientras nos abrazábamos y nos apretábamos fuertemente entre los espasmos que irremediablemente se producían por todos los rincones de nuestros sudorosos cuerpos.

Acabamos en el sofá, desnudos como estábamos, exhautos y acurrucados debajo de una manta mientras la música dejaba de sonar y daba paso al sonido de la leña quebrándose con ritmo monótono. Nuestras caras no podían dejar de reflejar una amplia sonrisa y un sentimiento de satisfacción y plenitud. Al rato la cosa se empezó a animar de nuevo, pero eso, es otra historia…

2 comentarios:

  1. Que bien que regresaste y con una historia deliciosa, mmmmm que rico comenzar con un reconfortante masaje.

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